miércoles, 24 de diciembre de 2008

Ginger Bell



Y de nuevo el manto oscuro se aproxima amenazando al único superviviente: la memoria. Es imposible sortear el peligro porque acecha incluso en el sueño cuando el calor abriga a un ser que no descansa. A la boca viene el asco de la felicidad impuesta sin que esteis; acaso cien llamadas aporten la cuota de bálsamo previsto en la voz colectiva de la fecha.

Asomais en mi recuerdo y el ojo se ahoga involuntario, fluye una pena convertida en compulsión que a cada latido se hace más amiga. Y deseo abrazaros como madres previsibles, como tal vez nunca hice en la presencia. Estoy tan triste esta tarde de Nochebuena que no sé de qué manera adornar mi máscara y que los los abuelos -arrastrando la vida en sus decenios-desconozcan vuestra ausencia en mis sombras. El infante sonríe y salta preparado para, como nunca, ir de fiesta.

4 comentarios:

nimenos dijo...

Se adivina mucha angustia en tus palabras. Lo siento muchísimo... y definitivamente las dichosas fechas no ayudan, no ayudan.

Muchos besos

ISIS dijo...

¡Enhorabuena por tu blog!

Se vislumbra una uténtica joya de blog que visitaré asiduamente.

Sigue escribiendo querida amiga, porque es un placer leerte.

Un gran beso y mis mejores deseos.

Mí misma dijo...

También yo hago búsquedas. Y se encuentran botellas en las orillas, cargadas de mensajes que claman un abrazo o una sonrisa.
Te mando una llena de besos, una de ésas de Mateus, de la que he sacado los caracolillos de Calamocarro.

No sé si es cuestión de madurez, de bondad o de perdón. El caso es que me he descubierto mirándote sin prejuicios de una vez por todas; con ternura.

Te quiero.

lalyco dijo...

Que pena da leerlo Azul, supongo que quieres decir que echaste de menos muchísimo a dos de tus hijos en ese (o esos) días. Ha de ser muy duro, desde luego.
Besos